-Pero qué calor del carajo, ¡Maldito viento! ¡Entra por mi
ventana!- masculló el joven de gafas rotas, estando centrado en su
escrito -sí, maldito seas. Eres tú, brisa, la que me inspira esta noche
de gracia, y te alejas ingrata- mencionó, automáticamente, sin ser
consciente, tal vez, del son de estas palabras.
Necesitaba
el mancebo un descanso... le dirigió una hojeada a la ventana, y fijó su rumbo
a la plaza más cercana.
-No
volvió a hallarse solo luego que dio el gran paso...- decía
torpemente. Repetía lo redactado en su escrito, murmurándolo, con sigilo,
reflexionando -La muralla se derrumbó; no era tal, claro, cuyo peso
igualara a la de Berlín...- seguía diciendo, lo cual para nosotros no son
más que palabras sin contexto, sin sentido, mas para él estas ideas armaban un
tumulto en la cabeza y fueron suficientes como para llenar su alma hasta
cierto punto de indiferencia con el rededor.
Esta
altanería fue suficiente como para salir a dar un paseo con no más que con su
ego. Anduvieron por no más de un quinto de hora... y terminaron
separados. Distanciados por la calma de la brisa que tanto le hacía falta... o
más bien, que siempre hace falta al estar encerrado, acurrucado entre muros de
concreto.
-¿Era ese el fin? Sí. Indudablemente lo era.
Pero tan solo de un día más... de aquellos días en los cuales te das cuenta que
tu penuria se reduce en no más que al lamento que uno se hace al caer en la
cuenta de que existe una cuenta regresiva apuntando hacia nuestro perecer- mencionó
luego, tomando ,como le era natural, un tema al azar para reflexionar.
-Otrora,- se
dijo luego de seis suspiros -me hubiese vuelto un demente al sentarme sin
hacer nada. Hubiese sido un acto inconcebible para alguien que le
importaba estar tan solo en movimiento. El dedicarme, como ahora, a oír un somero crepitar de las hojas arbóreas
contra la brisa, hubiese sido, sin más, una pérdida de tiempo.
-Pero
crucé en cierto entonces una barrera mucho mayor. Una barrera que
separaba al instinto del entendimiento; no diré la manera que la crucé, pues
ello era lo más simple de esta "metamorfosis"; más bien aconsejaré un
mero punto para hallar esta barrera; sí, la dificultad ahí hallábase, mas estoy
seguro que es variable, y el camino que me pareció recorrer no érase tan
dificultoso. Probablemente les parezca una broma para tantos... pues mis
habilidades, mi potencial es, sinceramente, reducido. A comparación a su
libertad de andar... a comparación de su libertad y comodidad al procrear
aquellos gestos absurdos, e inalcanzables para mi entendimiento...- dijo para
sí mismo y calló luego.
Sonó
el celular... y las ganas de contestar no le invadían. De hacerlo, se
hubiese sentido, como se decía él mismo, "desconectarse del
ensimismamiento"; y al hablar, "conectarse al mundo que lo
rodea".
Se
avergonzaba este individuo de sí mismo. Oh, claro que lo hacía... más no
de su pensamiento, ese sí que era preciado. Era un tesoro, y lo guardaba para
sí. Ese capricho era, como ya se había dado cuenta hasta entonces,
víctima inconsciente, pues se negaba a dejarse vociferar, y tan solo nadaba
libremente en sus noches soliloquias, taciturnas.
(...)