"Nadie por ser joven vacile en filosofar ni por hallarse viejo de filosofar se fatigue. Pues nadie está demasiado adelantado ni retardado para lo que concierne a la salud de su alma. El que dice que aún no le llegó la hora de filosofar o que ya le ha pasado es como quien dice que no se le presenta o que ya no hay tiempo para la felicidad. De modo que deben filosofar tanto el joven como el viejo: el uno para que, envejeciendo, se rejuvenezca en bienes por el recuerdo agradecido de los pasados, el otro para ser a un tiempo joven y maduro por su serenidad ante el futuro. Así pues, hay que meditar lo que produce la felicidad, ya que cuando está presente lo tenemos todo y, cuando falta, todo lo hacemos por poseerla."


Epicuro: Carta a Meneceo

sábado, 10 de marzo de 2012

Noche de Gracia


-Pero qué calor del carajo, ¡Maldito viento! ¡Entra por mi ventana!-  masculló el joven de gafas rotas, estando centrado en su escrito  -sí, maldito seas. Eres tú, brisa, la que me inspira esta noche de gracia, y te alejas ingrata-  mencionó, automáticamente, sin ser consciente, tal vez, del son de estas palabras.

  Necesitaba el mancebo un descanso... le dirigió una hojeada a la ventana, y fijó su rumbo a la plaza más cercana.

  -No volvió a hallarse solo luego que dio el gran paso...-   decía torpemente. Repetía lo redactado en su escrito, murmurándolo, con sigilo, reflexionando -La muralla se derrumbó; no era tal, claro, cuyo peso igualara a la de Berlín...- seguía diciendo, lo cual para nosotros no son más que palabras sin contexto, sin sentido, mas para él estas ideas armaban un tumulto en la cabeza y fueron suficientes como para llenar su alma hasta cierto punto de indiferencia con el rededor.  

 Esta altanería fue suficiente como para salir a dar un paseo con no más que con su ego. Anduvieron por no más de un quinto de hora... y terminaron separados. Distanciados por la calma de la brisa que tanto le hacía falta... o más bien, que siempre hace falta al estar encerrado, acurrucado entre muros de concreto.

  -¿Era ese el fin? Sí. Indudablemente lo era. Pero tan solo de un día más... de aquellos días en los cuales te das cuenta que tu penuria se reduce en no más que al lamento que uno se hace al caer en la cuenta de que existe una cuenta regresiva apuntando hacia nuestro perecer-  mencionó luego, tomando ,como le era natural, un tema al azar para reflexionar.

  -Otrora,-  se dijo luego de seis suspiros  -me hubiese vuelto un demente al sentarme sin hacer nada. Hubiese sido un acto inconcebible para alguien que le importaba estar tan solo en movimiento. El dedicarme, como ahora, a oír un somero crepitar de las hojas arbóreas contra la brisa, hubiese sido, sin más, una pérdida de tiempo.

 -Pero crucé en cierto entonces una barrera mucho mayor. Una barrera que separaba al instinto del entendimiento; no diré la manera que la crucé, pues ello era lo más simple de esta "metamorfosis"; más bien aconsejaré un mero punto para hallar esta barrera; sí, la dificultad ahí hallábase, mas estoy seguro que es variable, y el camino que me pareció recorrer no érase tan dificultoso. Probablemente les parezca una broma para tantos... pues mis  habilidades, mi potencial es, sinceramente, reducido. A comparación a su libertad de andar... a comparación de su libertad y comodidad al procrear aquellos gestos absurdos, e inalcanzables para mi entendimiento...- dijo para sí mismo y calló luego.

 Sonó el celular... y las ganas de contestar no le invadían. De hacerlo, se hubiese sentido, como se decía él mismo, "desconectarse del ensimismamiento"; y al hablar, "conectarse al mundo que lo rodea"

 Se avergonzaba este individuo de sí mismo. Oh, claro que lo hacía... más no de su pensamiento, ese sí que era preciado. Era un tesoro, y lo guardaba para sí.  Ese capricho era, como ya se había dado cuenta hasta entonces, víctima inconsciente, pues se negaba a dejarse vociferar, y tan solo nadaba libremente en sus noches soliloquias, taciturnas.
                                                                            
(...)

jueves, 8 de marzo de 2012

Zozobra





El que rutina, llega a la cumbre del nirvana... pero del hábito. 

El hálito zozobra, y la sonrisa mengua. 

El culto al clérigo me es ya... ni secundario. 

Proletario pensamiento... 

Coetáneo, a un origen y nacimiento. 

¡Pero Espiritual! 

Las ansias enardecen... y como humo bajo la niebla... 

para los ojos ya no existen. 

Pero qué felicidad el que así sea, 

pues ahora sumergiré la vista en un letargo, 

oiré solo mis pensamientos, 

y tejeré mis labios... 

castigándolos por su naturaleza 

y carácter tan toscos.