Hoy, aún efebo,
pienso en un entonces mientras bebo
tragos que rezagan, atragantan y aguantan altibajos,
más bajos que altos...
Como lo poco de cera que queda a una vela candente,
como un anciano en su lecho de muerte poco decente,
uno se da cuenta que el valor y el sentido,
se aprecian y se encuentran al final del camino.
Durante las madrugadas,
la calle se exilia de todos los dementes: Todo quieto.
Generalmente a esas horas,
me acurruco en el vientre de un cubo de concreto.
Una fiebre rara me causa astenia.
Ando tras señales no parlantes.
Me apeno, pues hay señales que he ignorado.
Muchas veces, he preferido quedarme recostado.
Y en cuanto levanto mi cuerpo, bajo la vista.
Se arma un plebiscito en la cabeza, de pensamientos un alud.
Imposible saber si la decisión acertada exista.
Luego recuerdo la inexistencia del error, aludo al Maktub.
Evito las pretensiones de posesiones,
al fin y al cabo, nada es de nadie, y todo es de todos.
Trato de ignorar qué en los bolsillos escondes;
siempre predomina lo que que ofreces, aunque sean guiños.
Como un curioso pez del Atlántico,
ando en busca de lo pacífico.
Me alejo del cardumen, pues me parece cínico.
Moriré de hambre, o moriré de viejo.
Se nace por accidente, no se muere por lo mismo.
Que escalofría ironía sería; no me quejo.
Siento la última bala, caer incauta;
su sonido atenuante, marcará la ultima pauta.
Sin embargo, cartucho vacío no alude a un final;
presupone tan solo... un alivio temporal.
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