"Nadie por ser joven vacile en filosofar ni por hallarse viejo de filosofar se fatigue. Pues nadie está demasiado adelantado ni retardado para lo que concierne a la salud de su alma. El que dice que aún no le llegó la hora de filosofar o que ya le ha pasado es como quien dice que no se le presenta o que ya no hay tiempo para la felicidad. De modo que deben filosofar tanto el joven como el viejo: el uno para que, envejeciendo, se rejuvenezca en bienes por el recuerdo agradecido de los pasados, el otro para ser a un tiempo joven y maduro por su serenidad ante el futuro. Así pues, hay que meditar lo que produce la felicidad, ya que cuando está presente lo tenemos todo y, cuando falta, todo lo hacemos por poseerla."


Epicuro: Carta a Meneceo

sábado, 12 de marzo de 2011

Entre el escritor que es vendedor, y el sufridor.

¿En donde he la naturalidad en copiar una obra, cuyo origen fue puño y letra, a una monótona tipografía? ¿En donde he de hallar la naturalidad en el simple hecho de tipearlo?

No se logra vislumbrar la inspiración, esa pena... ese pulso... esa temblez al escribir, que denota las cadenas que uno va dejando al anotar palabra por palabra...

No he de encontrar el sentido. No encuentro razón ni motivo. ¿O me equivoco?. ¿Es el contenido tal vez más valioso que el contexto y situación del momento en que fue escrito?

Propondría publicar siempre, adjuntos a su respectiva tipografía, los respectivos manuscritos.

Fue hoy que me pregunte cual es el sentido de los soñadores que tipean y publican sus poemas ... ¡Si es que en el momento de publicar sus obras no comparten su real alegría ni sufrir! ¿Como he de notarse la aceleración del rastro del lápiz con respecto a la velocidad de nuestros pensamientos dentro de la constante, monótona y ni mas ni menos que aburrida tipografia? Es claramente justificable en otras ramas literarias; pero en la poesía, cuya definición se basa en la expresión artística de la belleza por medio de la palabra no merece nada menos que ser divulgada exquisitamente oral, u manuscritamente.

He ahí mi base, y he ahí entonces la diferencia entre el escritor que vende una ficción... y del que guarda en su alcoba los sufridos manuscritos de su vida en acción.

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